Joan Margarit
Joan Margarit i Consarnau (Sanahuja, Lleida, 1938) es poeta, arquitecto y catedrático español de Arquitectura en Barcelona.
Margarit, es uno de los poetas más importantes en lengua catalana, si bien el se define bilingüe y de hecho, muchos de sus libros de poesía ha sido publicado en castellano y catalán simultáneamente. Es arquitecto y catedrático de Cálculo de Estructuras de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, ya jubilado. Su primer poemario, en castellano, lo publicó en 1963, volvió a publicar en 1965 y después de un largo paréntesis de diez años escribió Crónica. A partir de 1980, inicia con L’ombra de l’altre mar, su obra poética en catalán, en la que aparecen títulos como Vell malentés, El passat i la joia o, más recientemente, Calcul d’estructures, a las que se suma las antología Trist el qui mai no ha perdut per amor una casa.
Se han publicado en castellano y catalán, además de Crónica, Luz de lluvia, Edad roja, Aguafuertes, Estaciò de França, Los motivos del lobo, Joana -dedicado a su hija fallecida- y El primer frío. En el 2008 recibió el Premio Nacional de Poesía por Casa de Misericordia.
Deciros que es un poeta que al margen de escuelas y tendencias cultiva su propio estilo, basado en un intimismo que crea un vínculo con el lector, usando frecuentemente la segunda persona del singular en poemas que transmiten realismo, sinceridad (a veces desgarradora) y una gran melancolía. En sus poemas muchas veces se cuelan personajes famosos o cinematográficos, músicos de jazz (una de sus grandes pasiones), lugares y personas reales.
He aquí algunos poemas escogidos (por mí ;-)
La muchacha del semáforo
Tienes la misma edad que yo tenía
cuando empezaba a soñar en encontrarte.
No sabía aún, igual que tú
no lo has aprendido aún, que algún día
el amor es esta arma cargada
de soledad y de melancolía
que ahora te está apuntando desde mis ojos.
Tú eres la muchacha que yo estuve buscando
durante tanto tiempo cuando aún no existías.
Y yo soy aquel hombre hacia el cual
querrás un día dirigir tus pasos.
Pero estaré entonces tan lejos de ti
como ahora tú de mí en este semáforo.
Piscina
No le temía al agua, sino a ti,
era tu miedo lo que yo temía,
y este lugar profundo
donde desaparecen las baldosas.
Me arrastraste hacia allí, recuerdo aún
la fuerza de tus brazos obligándome,
mientras trataba de abrazarme a ti.
Aprendí a nadar, pero más tarde,
y olvidé muchos años aquel día.
Ahora que ya nunca nadarás,
veo a mis pies el agua azul, inmóvil.
comprendo que eras tú quien se abrazaba
A mí para cruzar aquellos días.
La enfermedad y la muerte de su hija Joana, aquejada del síndrome Rubinstein-Taybe con sólo treinta años es uno de los ejes vertebradores de su obra, apareciendo en más de un poema y con un libro dedicado a ella, el conmovedor Joana, del que es el siguiente poema:
Mientras tú duermes
A Joana
En la plaza humillada por la lluvia
miro la alta ventana iluminada
que no quiero perder: no he de rendirme
a la condena de la vida.
Este no es ni un lugar de la ciudad:
nadie en los bancos y, sobre la arena,
los charcos que reflejan
la luz del rótulo del hospital.
El cristal de las puertas automáticas,
que la luz del vestíbulo ilumina,
de vez en cuando se abre y deja paso
a una oscura figura rutinaria.
Unas muletas cruzan,
invisibles, la calle y se aproximan
a uno de los coches aparcados,
el nuestro, en el que iremos en silencio
bajo la lluvia hacia el dolor futuro.
Tu calidez ha sido tan efímera.
Triste felicidad la de esta calma
mientras recuerdo
cuando tú y yo teníamos mañanas
que nos guardaban las miradas.
Tenía tanto miedo
a tener que dejarte sola un día.
Por débil y pequeña que la luz
sea en la oscuridad, es mi consuelo:
no habrá más desamparo ya que el mío.
La espera Hoy viene a Granada a presentar su último libro "Misteriosamente Feliz" muy cerquita de casa. Si voy a verlo ya os cuento como ha ido... Jason
Te están echando en falta tantas cosas.
Así llenan los días
instantes hechos de esperar tus manos,
de echar de menos tus pequeñas manos,
que cogieron las mías tantas veces.
Hemos de acostumbramos a tu ausencia.
Ya ha pasado un verano sin tus ojos
y el mar también habrá de acostumbrarse.
Tu calle, aún durante mucho tiempo,
esperará, delante de tu puerta,
con paciencia, tus pasos.
No se cansará nunca de esperar:
nadie sabe esperar como una calle.
Y a mí me colma esta voluntad
de que me toques y de que me mires,
de que me digas qué hago con mi vida,
mientras los días van, con lluvia o cielo azul,
organizando ya la soledad.
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