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CARPE DIEM

EL VIAJERO DE MEDIANOCHE

EL VIAJERO DE MEDIANOCHE

EL VIAJERO DE MEDIANOCHE

 

La noche era fresca y la luna llena brillaba sobre el letrero del hostal del que pendía un aviso de “estamos completos”. Aquel fin de semana se había vaticinado con un frenesí de idas y venidas de viajeros, azarosos en sus itinerarios programados. Sin embargo, la madrugada estaba transcurriendo tranquila y sin ningún incidente. A decir verdad, como casi siempre.

Marco era uno de esos chicos que la gente tacha de raros, por el simple hecho de no ser demasiado hablador. Por esta y otras razones, tales como su introversión y su desmesurada timidez, Marco, aceptó gustoso el empleo como recepcionista nocturno. De noche todo es diferente, la gente no habla por hablar y dice la primera estupidez que se le pasa por la cabeza. Los clientes apenas te dirigen la palabra, a no ser para un fugaz “gracias” un “muy amable” o el ansiado “buenas noches”.

 Todo parecía indicar que sería otra aburrida noche cuando la puerta automática de la entrada se abrió. Marco echó una ojeada fugaz a las cámaras de vigilancia pero no logró ver a nadie. Sin embargo, le fue del todo imposible reaccionar con su acostumbrado alarde de cortesía y buenas maneras ante el extraño que de improviso se hallaba frente al mostrador de la recepción haciendo un desagradable ruido con las uñas sobre la madera.

- Buenas noches caballero – pronunció el inesperado huésped. Y ante la atónita mirada del joven recepcionista continuó con voz serena. – Espero no haberle asustado.

- Buenas noches, señor, eh...no, no se preocupe – contestó Marco, aparentando normalidad.

- Quería una habitación para esta noche – prosiguió el extraño individuo, que dejó perplejo al muchacho que observaba el rostro alargado  de facciones marcadas del extranjero. Marco trató de escudriñar en los ojos del viajero, pero cuando lo miró fijamente, éste le devolvió una mirada fría como el hielo, los grises ojos bajo las pobladas cejas eran como una tormenta a punto de estallar. Incluso la nariz aguileña le confería el aspecto de un animal salvaje, excepto por sus labios, finos como líneas bien dibujadas, pero exentas de realismo, de vida.

- Muy bien, señor. ¿Quiere parking para el coche? – preguntó Marco con una intranquilidad que nunca antes había sentido.

- No será necesario, joven, los transportes modernos no gozan de mi confianza – contestó el visitante a la vez que llevaba una de las alargadas manos a la cabeza, se pasó las yemas de los dedos por las negras sienes, y fue cuando Marco se percató de la larga melena oscura que caía casi a la altura de la cintura, cubriendo el negro abrigo del distinguido caballero. A juzgar por su fisonomía, Marco, habría jurado que la edad del particular huésped rondaría los cuarenta y cinco años, pero algo en sus felinos ojos le advertía de que se equivocaba.

- Por su acento deduzco que no es de por aquí. ¿Está en la ciudad por negocios? ¿O es sólo un viaje de placer? – de repente, Marco, se vio a sí mismo indagando, preguntando acerca de la vida de otra persona. Nunca hasta ahora le habían interesado lo más mínimo los asuntos privados de otra persona. Él odiaba esa forma de proceder, pero aquel caballero de negro le intrigaba y a la vez le causaba un pavor inusitado.

- Digamos que hace siglos que no salgo a estirar las piernas. Si, podría decirse que es un viaje de placer y conocimiento.- La respuesta del viajero le heló la sangre. Sus palabras salieron de sus labios inexistentes como de una caja vacía y polvorienta. Penetrantes pero con un tono de crueldad muy sutil.

- Muy bien, señor. ¿Necesitará ayuda con su equipaje? – volvió a preguntar, ahora más inquieto que antes.

- No, me gusta ir ligero. De donde yo vengo las costumbres son diferentes a las suyas, así que creí más acertado comenzar aquí de cero.- En ese instante el hombre se detuvo y observó a Marco con tanta atención que el muchacho sintió como si sus negras pupilas cambiaran de color y lo traspasaran.

El recepcionista tosió para liberar la tensión que sentía en aquel momento y entonces el insólito huésped continuó hablando pero sin apartar sus ojos del joven, como un lobo sobre su presa.

- Ya sabe lo que dicen; “allá donde fueres, haz lo que vieres” – el viajero terminó de decir esto y esbozó una sonrisa tan leve como el contorno de un eclipse, dejando asomar tímidamente sus blancos dientes.

- Entonces piensa quedarse un tiempo por aquí – afirmó Marco, que empezó a notar un pequeño mareo, acompañado de un zumbido sordo en la cabeza.

- A decir verdad, pienso acomodarme en su maravillosa ciudad, aunque preveo que no para siempre.- Sus palabras sonaron como el acero en la cabeza de Marco, que empezó a notar cómo un sudor frío le empapaba la frente. Ahora la figura del extraño parecía más alargada y su sombra difusa comenzó a vagar a su antojo sin rumbo por el vestíbulo de la recepción. Marco dio un respingo, pero el oscuro viajero no hizo ningún gesto.

- ¿Se encuentra bien joven? – preguntó sin apenas despegar los labios para pronunciar aquellas palabras. Marco se pellizcó los ojos. Fue tan sólo un segundo pero al abrirlos de nuevo aquel lóbrego visitante no estaba frente a él.

Un grito agudo escapó del cuerpo de Marco cuando se dio la vuelta y encontró tras él al huésped. Sus labios eran ahora como dos surcos abiertos en la tierra, y sus incisivos, aguzados como aguijones. Marco estaba petrificado de horror, tanto que pensó que se desplomaba sobre el mármol del suelo. Su nuevo cliente reía con un espeluznante sonido que abotargaba la cabeza del muchacho.

- Dime ¿no es ahora cuando me preguntas mi nombre y si tomaré desayuno por la mañana? – pronunció el vampiro a la vez  que asía al joven recepcionista con las longevas manos, que ahora eran como las garras de una bestia enfurecida.

Antes de desmayarse, Marco, recordó como los sanguinolentos ojos del viajero se acercaban más y más a su rostro haciéndole perder incluso la razón. Tan sólo, unas últimas palabras permanecieron en sus recuerdos – Te elijo a ti para ser mi guía y sacarme de la decadencia, tú me enseñarás cómo he de vestirme, a dónde he de ir para saciar mi hambre, a dónde para deleitar mis sentidos, a dónde....

1 comentario

Jason McEnroe -

Hey, me ha gustado mucho! La putada es que ahora me voy a trabajar :D
En serio, está muy bien trabajado el suspense y el diálogo entre los dos tiene una pizca de humor negro buenísima. Enhorabuena
¿Habrá segunda parte?